"BARNABITAS ESPAÑA"


COLABORADORES DE DIOS 

(1 Cor. 3, 9)

CATEQUISTAS 

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Los Catequistas

Uno de los acontecimientos más importantes y notables de cualquier actividad parroquial, son las Primeras Comuniones. Niños y niñas que van cono­ciendo a Jesús, se alimentan de los frutos de la fe de sus padres y catequistas y van logrando como cristia­nos crecer en espíritu y compromiso asumiendo los valores del Hijo de Dios y Hombre.


Equipo Catequistas - Curso 95-96

En 1973, casi cinco años después del nacimiento de nuestra parroquia, cerca de ochenta niños toma­ron su Primera Comunión, repartidos en dos grupos:

el 31 de mayo y el 17 de junio, después de tres años de preparación a partir de segundo de EGB.

A medida que transcurría el tiempo, el número de niños aumentaba. Esto hizo crecer paralelamente el número de catequistas: catequistas, que según las estadísticas, en años posteriores alcanzó el de cien, pues en él año 73/74 había grupos que rebasaban los cuarenta catecúmenos y en mayo de 1974/75 el total de niños en catequesis era cercano a los quinientos.

A partir del curso 1977/78 la formación de los niños comenzaba en el tercer curso de EGB para, retrasando la edad de tomar la comunión, lograr una mejor preparación y concienciación de los que la iban a recibir. Tras diez años de funcionamiento de la parroquia, se iban revisando métodos y actividades.

Poco a poco, se iba institucionalizando el proce­so catecumenal de niños y adolescentes. Por aquel entonces había cerca de mil personas entre niños y adolescentes. Los adolescentes empezaban a formar parte de la catequesis de la parroquia y se preparaban para ser confirmados. El primer grupo que recibió este Sacramento en nuestra parroquia, el 3 de junio de 1979, era de ciento diez jóvenes.

Tras estos primeros años, en que se abrían los cauces, el trabajo posterior consistía en ir aposentan­do y estabilizando tanto las bases y el camino de fe que niños y chavales debían recorrer, como atender a la formación de los catequistas que iban, junto a ellos, a tratar de que poco a poco descubrieran su "sensibilidad religiosa", su interés por los valores del Reino y su adhesión a la persona de Cristo.

Es cierto que el número de niños ha descendido mucho en la actualidad. Hoy en día nuestro barrio no tiene ya la chiquillería de antes alborotando en las calles y eso también se nota en la parroquia. Hace seis o siete años en la misa de niños no se veía un hueco libre. Hoy los tiempos han cambiado: ahora sobra sitio, pero los que acuden a ella, participan, aprenden a valorar en sus vidas que Jesús les quiere, les acom­paña y se preocupa por cada uno de ellos. Desde niños van sintiendo en su vida el valor de celebrar la Eucaristía, y junto a ellos sus catequistas intentan acercarles cotidianamente a Dios a sus vidas, para adentrarles en el profun­do significado de nues­tro ser cristiano.

El tiempo pasa, los niños dejan de ser niños y nuestra parroquia debe ir dando solucio­nes a los huecos que que­dan sin evangelizar en la vida de una persona. Con esta intención sur­gió la necesidad de dar respuesta a otra etapa:

post-comunión   y preadolescentes. Se in­tentaba dar continuidad a los chavales en la vida parroquial, como esla­bón en la cadena, para ir poco a poco introduciéndo­los en la catequesis de confirmación.

La catequesis de "post" y "prea" se ideó como un tiempo intermedio para que los chavales no se aleja­sen de la parroquia. Pero este año, 1996, los catequis­tas hemos observado que hay que reactualizarlas, para tratar de hacerlas más atrayentes para los cha­vales que viven inmersos en un ajetreo continuo de clases extraescolares, video juegos, televisión y consumismo y una apatía e indiferencia generaliza­da para todo aquello que les suponga el más mínimo compromiso sino les divierte. Además esta cateque­sis lleva implícito otro problema y es la inexistencia de una meta concreta, en este nivel, a la que los chavales se sientan llamados a llegar: ya han hecho la comunión que era lo que les motivaba en la etapa anterior y no tienen otra meta en vistas hasta la etapa de la confirmación, aún muy lejana para ellos y algo que ni siquiera se plantean. Esperamos adaptamos a los tiempos que corren para seguir contribuyendo a mantener un proceso catequético integral que conti­núe abarcando a cualquier edad que el catecúmeno pueda tener.

Otro punto importante de atención, desde 1979 en que se confirmó el primer grupo de jóvenes fue atender a su proceso de asimilación y profundización en la vida cristiana antes y después del Sacramento de la Confirmación. Esto nos lleva a hablar de dos etapas muy distintas.

En primer lugar, la catequesis de confirmación se consideraba un proceso de aproximadamente tres años, en el que tras presentar a los chavales la pro­puesta de Jesús, los catequistas intentaban que fue­sen interesándose poco a poco por ir viviendo aque­llos valores que descubrían a través de la catequesis, las oraciones, las convivencias. Paso a paso se inicia­ba su experiencia cristiana, haciendo suyo con carác­ter critico lo que antes aceptaban sin más, personali­zando su fe en Cristo y optando personalmente por vivir en cristiano. Desde 1988 se consideró interesan­te cambiar la fecha de confirmación de mayo a prin­cipios del curso siguiente (octubre en ese año, después, en cada año, la fecha fue dependiendo de las disponibilida­des del Vicario y de la preparación de los confirmados) porque dicho cambio favorecía que los recién confir­mados se insertaran en los catecumenados o en las diversas actividades o grupos parroquiales, salvado el escollo que representaba tener un verano por medio.

Desde hace dos años, se ha decidido aumentar a cuatro años, siempre a contar desde primero de BUP (tercero de ESO o similar), la duración de este período de formación, añadiendo un curso preparatorio a la confirmación, dado que cada vez los chicos están más descolgados de todo, se sienten más indiferen­tes, la incultura religiosa es mayor y es más difícil interesarlos en conocer la persona de Jesús y alimen­tar y definir la fe que dicen tener. Se dejan llevar más porque es más cómodo, pero se implican mucho menos, porque eso exige esfuerzo.

Tras la confirmación, se inicia la etapa de los catecumenados. Los primeros que surgieron los co­ordinaba el p. Víctor, hasta que posteriormente fue delegando en algunos catequistas. En la actualidad hay que diferenciar dos fases entre los que existen:

Los tres primeros años, el catecumenado conti­núa siendo coordinado por un "catequista " o APJ que ya no actúa como en las etapas anteriores, sino que hace la función de "animador" del grupo, para que los componentes del grupo vayan concienciándose de que el grupo es suyo, de que deben ir poco a poco funcionando por sí mismos, y no por la presencia e iniciativa del animador, y de que, en definitiva, de­ben aprender a vivir y compartir su fe entre ellos, a seguir profundizando y reflexionando sobre aquello que les congrega a todos: una misma fe y un mismo sentir, como diría San Pablo.

Acabada esa primera fase, el catecumenado no suele tener animador en cuanto tal, aunque en algu­nos casos continúan, y el grupo sigue por sí mismo tratando de seguir llevando su fe a su vida diaria.

Como se puede apreciar en la actualidad y tras veinticinco años de funcionamiento podemos ver que los catequistas se han ramificado según las nece­sidades que se han ido observando (también existen catequistas que trabajan con bautismos y con vida ascen­dente, aunque ya se habla de ellos en otros artículos, por lo que a ellos me remito) has­ta abarcar prácticamen­te los distintos períodos de la vida de una perso­na. Aunque la metodo­logía, la formación y la personalidad puede ser muy diversa, hay que destacar al menos dos notas sobre los catequis­tas de nuestra parro­quia:

*Probablemente somos el grupo más hetero­géneo de la parroquia, cada uno de su padre o de su madre, pero to­dos preocupados por un mismo fin: tratar de llevar la Palabra de Dios a la vida y experiencia de los demás, sean niños, adolescentes, jóvenes o mayores, tratar de formarlos en su fe, de que lleguen a ser cristianos de hoy, libres, conscientes y comprometidos.

*Somos conscientes de que "ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una misma cosa... somos colaboradores de Dios". Lo que importa no es que sean "mis niños" o "los del otro", lo que importa es que nosotros, como enviados de la comunidad, de nues­tra comunidad parroquial, llevamos a los demás la Buena Noticia tal y como Cristo nos pidió que hicié­ramos y trataremos de seguir haciéndolo como mínimo durante otros veinticinco años.


Grupo Catequesis Primera Comunión 1972

En consonancia con los tiempos que vivimos intentamos cada vez estar mejor preparados: a través de cursillos de formación, escuelas de catequistas, encuentros convivencias, para intentar realizar nues­tra labor evangelizadora cada día mejor. Para iniciar-se en la tarea catequética se intenta ofrecer a los catequistas bases teológicas y metodológicas que ellos enriquecen con su experiencia personal.

No obstante, se observa una tendencia a la espe­cialización, en el sentido de que se creen equipos estables de catequistas en cada nivel, una especie de infraestructura catequética con la que se logre dotar de estabilidad a las distintas etapas catequéticas. Así se puede saber aproximadamente la gente con la que se puede contar en cada nivel, y la preparación sea cada vez mayor, dado que los temas, la metodología y el recorrido que se hace con los catecúmenos son distintos en cada etapa e incluso, -dentro de una misma etapa-, con cada grupo de chavales que se tiene, pues siempre hay que adaptarse a la realidad, a aquello con lo que el catequista se enfrenta en cada momento.

Ser colaboradores de Dios en esta tarea de evan­gelizar que El nos encomendó, poner en práctica el "id y enseñad" es misión de todo cristiano. Los que a ello se comprometen en la parroquia son muchos, y como hemos dicho muy heterogéneos. Es curioso observar cómo cambian, cómo se renuevan sus miem­bros, cómo los catecúmenos se convierten a su vez en catequistas o en animadores. Quienes lo hemos vivi­do desde esta doble perspectiva, podemos dar gra­cias desde aquí a nuestros catequistas, no importa quiénes fueran en concreto, pues es Dios quien hace crecer la semilla que ellos ayudaron a hacer germinar en nosotros para tomar conciencia de la importancia de Dios en nuestra vida.

Hace ya diez años que doy catequesis en la parroquia. No sé si es mucho o poco tiempo. Algunos ya estaban cuando yo empecé, otros se incorporaron después, bastantes lo fueron dejando. No es fácil iniciar la andadura: ponerte delante de unos chava­les que tal vez pueden hacer preguntas incómodas,... o tal vez no eres muy explícito y te cuesta hablar, o te faltan recursos y vuelos que la experiencia te va dando, o, piensas que necesitarías una mayor base teológica; sea como sea, poco a poco, con ayuda de los demás, de los sacerdotes, de los cursos de forma­ción que hayas realizado vas tratando de dar forma a esa necesidad que tienes de hacer llegar a Dios a los demás, de asumir tu tarea pastoral.

Frente a tus catecúmenos lo que sí es cierto es que influyes en sus vidas, tu actitud y tu forma de ser y estar con ellos pueden marcarlos, acercándolos o alejándolos de aquí; por eso hay que tener muy en cuenta que somos meros intermediarios, que trata­mos de acercar a nuestros chavales a Dios, o que Dios les resulte más cercano a su mundo, de tal modo que cada uno, de forma personalizada, vaya dándose cuenta de que es único e irrepetible para Dios, y trate de buscar en su crecimiento cristiano su lugar en el mundo, su propia misión y su camino hacia el Padre.

Nuestra labor es despertar, aunque sea de forma impalpable, su sensibilidad religiosa, para que ellos descubran el regalo de Dios en su vida: si somos capaces de ayudarles a que encuentren "el tesoro", después será su propia responsabilidad atesorar o compartir sus dones.

No todo está hecho, somos todos los que esta­mos, pero aun:

q       hacen falta manos que continúen, que tomen el relevo de los que están cansados, y que animen a los que están decaídos,

q       hacen falta ideas nuevas que renueven las mentes abotargadas y las costumbres polvorientas,

q       hacen falta oídos que sepan cómo escuchar a los niños y jóvenes de ahora,

q       hacen falta labios que quieran seguir pregonando a los cuatro vientos la Buena Noticia del Reino de Dios presente entre nosotros,

q       hacen falta corazones dispuestos a seguir la labor iniciada por los discípulos, renunciando a su tiempo para ofrecerlo a chavales que no siempre parece que lo merecen, pero por los que en realidad damos todo lo que podemos, y a veces mas...

           ¡Piénsalo, tal vez haces falta Tú!.

















































                   
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