Los Catequistas
Uno de los acontecimientos más
importantes y notables de cualquier actividad parroquial, son las Primeras
Comuniones. Niños y niñas que van conociendo a Jesús, se alimentan de los
frutos de la fe de sus padres y catequistas y van logrando como cristianos
crecer en espíritu y compromiso asumiendo los valores del Hijo de Dios y
Hombre.
En 1973, casi cinco años
después del nacimiento de nuestra parroquia, cerca de ochenta niños tomaron su
Primera Comunión, repartidos en dos grupos:
el 31 de mayo y el 17 de junio,
después de tres años de preparación a partir de segundo de EGB.
A medida que transcurría el tiempo, el número de niños
aumentaba. Esto hizo crecer paralelamente el número de catequistas:
catequistas, que según las estadísticas, en años posteriores alcanzó el de
cien, pues en él año 73/74 había grupos que rebasaban los cuarenta catecúmenos
y en mayo de 1974/75 el total de niños en catequesis era cercano a los quinientos.
A partir del curso 1977/78 la
formación de los niños comenzaba en el tercer curso de EGB para, retrasando la
edad de tomar la comunión, lograr una mejor preparación y concienciación de los
que la iban a recibir. Tras diez años de funcionamiento de la parroquia, se
iban revisando métodos y actividades.
Poco a poco, se iba
institucionalizando el proceso catecumenal de niños y adolescentes. Por aquel
entonces había cerca de mil personas entre niños y adolescentes. Los adolescentes
empezaban a formar parte de la catequesis de la parroquia y se preparaban para
ser confirmados. El primer grupo que recibió este Sacramento en nuestra
parroquia, el 3 de junio de 1979, era de ciento diez jóvenes.
Tras estos primeros años, en
que se abrían los cauces, el trabajo posterior consistía en ir aposentando y
estabilizando tanto las bases y el camino de fe que niños y chavales debían
recorrer, como atender a la formación de los catequistas que iban, junto a
ellos, a tratar de que poco a poco descubrieran su "sensibilidad
religiosa", su interés por los valores del Reino y su adhesión a la persona
de Cristo.
Es cierto que el número de
niños ha descendido mucho en la actualidad. Hoy en día nuestro barrio no tiene
ya la chiquillería de antes alborotando en las calles y eso también se nota en
la parroquia. Hace seis o siete años en la misa de niños no se veía un hueco
libre. Hoy los tiempos han cambiado: ahora sobra sitio, pero los que acuden a
ella, participan, aprenden a valorar en sus vidas que Jesús les quiere, les
acompaña y se preocupa por cada uno de ellos. Desde niños van sintiendo en su
vida el valor de celebrar la Eucaristía, y junto a ellos sus catequistas
intentan acercarles cotidianamente a Dios a sus vidas, para adentrarles en el
profundo significado de nuestro ser cristiano.
El tiempo pasa, los niños dejan
de ser niños y nuestra parroquia debe ir dando soluciones a los huecos que quedan
sin evangelizar en la vida de una persona. Con esta intención surgió la
necesidad de dar respuesta a otra etapa:
post-comunión y preadolescentes. Se intentaba dar
continuidad a los chavales en la vida parroquial, como eslabón en la cadena,
para ir poco a poco introduciéndolos en la catequesis de confirmación.
La catequesis de "post"
y "prea" se ideó como un tiempo intermedio para que los chavales
no se alejasen de la parroquia. Pero este año, 1996, los catequistas hemos
observado que hay que reactualizarlas, para tratar de hacerlas más atrayentes
para los chavales que viven inmersos en un ajetreo continuo de clases
extraescolares, video juegos, televisión y consumismo y una apatía e indiferencia
generalizada para todo aquello que les suponga el más mínimo compromiso sino
les divierte. Además esta catequesis lleva implícito otro problema y es la
inexistencia de una meta concreta, en este nivel, a la que los chavales se
sientan llamados a llegar: ya han hecho la comunión que era lo que les motivaba
en la etapa anterior y no tienen otra meta en vistas hasta la etapa de la
confirmación, aún muy lejana para ellos y algo que ni siquiera se plantean.
Esperamos adaptamos a los tiempos que corren para seguir contribuyendo a mantener
un proceso catequético integral que continúe abarcando a cualquier edad que el
catecúmeno pueda tener.
Otro punto importante de
atención, desde 1979 en que se confirmó el primer grupo de jóvenes fue atender
a su proceso de asimilación y profundización en la vida cristiana antes y
después del Sacramento de la Confirmación. Esto nos lleva a hablar de dos
etapas muy distintas.
En primer lugar, la catequesis
de confirmación se consideraba un proceso de aproximadamente tres años, en el
que tras presentar a los chavales la propuesta de Jesús, los catequistas intentaban
que fuesen interesándose poco a poco por ir viviendo aquellos valores que
descubrían a través de la catequesis, las oraciones, las convivencias. Paso a
paso se iniciaba su experiencia cristiana, haciendo suyo con carácter critico
lo que antes aceptaban sin más, personalizando su fe en Cristo y optando
personalmente por vivir en cristiano. Desde 1988 se consideró interesante
cambiar la fecha de confirmación de mayo a principios del curso siguiente (octubre
en ese año, después, en cada año, la fecha fue dependiendo de las disponibilidades
del Vicario y de la preparación de los confirmados) porque dicho cambio
favorecía que los recién confirmados se insertaran en los catecumenados o en
las diversas actividades o grupos parroquiales, salvado el escollo que
representaba tener un verano por medio.
Desde hace dos años, se ha
decidido aumentar a cuatro años, siempre a contar desde primero de BUP
(tercero de ESO o similar), la duración de este período de formación,
añadiendo un curso preparatorio a la confirmación, dado que cada vez los chicos
están más descolgados de todo, se sienten más indiferentes, la incultura
religiosa es mayor y es más difícil interesarlos en conocer la persona de Jesús
y alimentar y definir la fe que dicen tener. Se dejan llevar más porque es más
cómodo, pero se implican mucho menos, porque eso exige esfuerzo.
Tras la confirmación, se inicia
la etapa de los catecumenados. Los primeros que surgieron los coordinaba el p.
Víctor, hasta que posteriormente fue delegando en algunos catequistas. En la
actualidad hay que diferenciar dos fases entre los que existen:
Los tres primeros años, el
catecumenado continúa siendo coordinado por un "catequista " o
APJ que ya no actúa como en las etapas anteriores, sino que hace la función de "animador"
del grupo, para que los componentes del grupo vayan concienciándose de que
el grupo es suyo, de que deben ir poco a poco funcionando por sí mismos, y no
por la presencia e iniciativa del animador, y de que, en definitiva, deben
aprender a vivir y compartir su fe entre ellos, a seguir profundizando y
reflexionando sobre aquello que les congrega a todos: una misma fe y un mismo
sentir, como diría San Pablo.
Acabada esa primera fase, el
catecumenado no suele tener animador en cuanto tal, aunque en algunos casos
continúan, y el grupo sigue por sí mismo tratando de seguir llevando su fe a su
vida diaria.
Como se puede apreciar en la
actualidad y tras veinticinco años de funcionamiento podemos ver que los
catequistas se han ramificado según las necesidades que se han ido observando (también
existen catequistas que trabajan con bautismos y con vida ascendente, aunque
ya se habla de ellos en otros artículos, por lo que a ellos me remito) hasta
abarcar prácticamente los distintos períodos de la vida de una persona.
Aunque la metodología, la formación y la personalidad puede ser muy diversa,
hay que destacar al menos dos notas sobre los catequistas de nuestra parroquia:
*Probablemente somos el grupo
más heterogéneo de la parroquia, cada uno de su padre o de su madre, pero todos
preocupados por un mismo fin: tratar de llevar la Palabra de Dios a la vida
y experiencia de los demás, sean niños, adolescentes, jóvenes o mayores,
tratar de formarlos en su fe, de que lleguen a ser cristianos de hoy, libres,
conscientes y comprometidos.
*Somos conscientes de que "ni
el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que
planta y el que riega son una misma cosa... somos colaboradores de Dios". Lo
que importa no es que sean "mis niños" o "los del otro",
lo que importa es que nosotros, como enviados de la comunidad, de nuestra
comunidad parroquial, llevamos a los demás la Buena Noticia tal y como Cristo nos
pidió que hiciéramos y trataremos de seguir haciéndolo como mínimo durante
otros veinticinco años.
En consonancia con los tiempos
que vivimos intentamos cada vez estar mejor preparados: a través de cursillos
de formación, escuelas de catequistas, encuentros convivencias, para intentar
realizar nuestra labor evangelizadora cada día mejor. Para iniciar-se en la tarea
catequética se intenta ofrecer a los catequistas bases teológicas y
metodológicas que ellos enriquecen con su experiencia personal.
No obstante, se observa una
tendencia a la especialización, en el sentido de que se creen equipos estables
de catequistas en cada nivel, una especie de infraestructura catequética con la
que se logre dotar de estabilidad a las distintas etapas catequéticas. Así se
puede saber aproximadamente la gente con la que se puede contar en cada nivel,
y la preparación sea cada vez mayor, dado que los temas, la metodología y el
recorrido que se hace con los catecúmenos son distintos en cada etapa e
incluso, -dentro de una misma etapa-, con cada grupo de chavales que se
tiene, pues siempre hay que adaptarse a la realidad, a aquello con lo que el
catequista se enfrenta en cada momento.
Ser colaboradores de Dios en
esta tarea de evangelizar que El nos encomendó, poner en práctica el "id
y enseñad" es misión de todo cristiano. Los que a ello se comprometen
en la parroquia son muchos, y como hemos dicho muy heterogéneos. Es curioso
observar cómo cambian, cómo se renuevan sus miembros, cómo los catecúmenos se
convierten a su vez en catequistas o en animadores. Quienes lo hemos vivido
desde esta doble perspectiva, podemos dar gracias desde aquí a nuestros
catequistas, no importa quiénes fueran en concreto, pues es Dios quien hace
crecer la semilla que ellos ayudaron a hacer germinar en nosotros para tomar
conciencia de la importancia de Dios en nuestra vida.
Hace ya diez años que doy
catequesis en la parroquia. No sé si es mucho o poco tiempo. Algunos ya estaban
cuando yo empecé, otros se incorporaron después, bastantes lo fueron dejando.
No es fácil iniciar la andadura: ponerte delante de unos chavales que tal vez
pueden hacer preguntas incómodas,... o tal vez no eres muy explícito y te
cuesta hablar, o te faltan recursos y vuelos que la experiencia te va dando, o,
piensas que necesitarías una mayor base teológica; sea como sea, poco a poco,
con ayuda de los demás, de los sacerdotes, de los cursos de formación que
hayas realizado vas tratando de dar forma a esa necesidad que tienes de hacer
llegar a Dios a los demás, de asumir tu tarea pastoral.
Frente a tus catecúmenos lo que
sí es cierto es que influyes en sus vidas, tu actitud y tu forma de ser y estar
con ellos pueden marcarlos, acercándolos o alejándolos de aquí; por eso hay que
tener muy en cuenta que somos meros intermediarios, que tratamos de acercar a
nuestros chavales a Dios, o que Dios les resulte más cercano a su mundo, de tal
modo que cada uno, de forma personalizada, vaya dándose cuenta de que es único
e irrepetible para Dios, y trate de buscar en su crecimiento cristiano su lugar
en el mundo, su propia misión y su camino hacia el Padre.
Nuestra labor es despertar,
aunque sea de forma impalpable, su sensibilidad religiosa, para que ellos
descubran el regalo de Dios en su vida: si somos capaces de ayudarles a que
encuentren "el tesoro", después será su propia responsabilidad
atesorar o compartir sus dones.
No todo está hecho, somos todos
los que estamos, pero aun:
q hacen falta manos que continúen, que tomen el relevo de los que están cansados, y
que animen a los que están decaídos,
q hacen falta ideas nuevas que renueven las
mentes abotargadas y las costumbres polvorientas,
q hacen falta oídos que sepan cómo escuchar a
los niños y jóvenes de ahora,
q
hacen falta
labios que quieran seguir pregonando a los cuatro vientos la Buena Noticia del
Reino de Dios presente entre nosotros,
q
hacen falta corazones dispuestos a seguir la labor iniciada por los
discípulos, renunciando a su tiempo para ofrecerlo a chavales que no siempre
parece que lo merecen, pero por los que en realidad damos todo lo que podemos,
y a veces mas...
¡Piénsalo, tal vez haces falta Tú!.